Te Vas
Llegaste y anidaste en mí.
En mi alma y en mi cuerpo
clavaste raíces tan hondas
que no puede cicatrizar
el surco que has dejado
arrancando tu rosal.
Sabía de las espinas,
sabía y asumí el riesgo
de lastimarme un día
y ha llegado el hoy,
triste, silencioso, vacío.
Dolor de los dolores,
intenso, húmedo y frío.
Llegaste iluminándolo todo,
arrastrándome en tu espiral
y hoy siento la espina, clavada,
la espina de tu rosal.
Lejanos tus besos,
lejana tu ternura y tu suspirar...
Lejano el lamento y el susurro,
lejano tu deseo de amar.
El silencio invade mis días,
mi lecho y mi caminar.
La noche es más triste
como amanece otro día
sin tener tu voluntad
en la palma de mi mano
para poderte acariciar
en mi silencio callado.
Sigo amándote en mi alma,
y bebiendo, en mis recuerdos,
alimentándome de las caricias
de tu deseo infinito.
Voy buscando la calma
sabiendo que te he tenido,
que tus días eran míos
y tus noches de los dos.
Voy sintiendo que te alejas
cuando quiero darte tanto;
tanto como ya te he dado
pero sé que tú me dejas.
Hace tiempo me dijiste
que yo me iría, volando,
y hoy siento que eres tú
quien se lleva
todo lo que me diste.
Solo puedo desearte
todo lo que se desea
cuando se ama de verdad.
Te llevas en tu equipaje
mi necesidad de amar;
mi ansia firme y madura,
mi cambio en el ser y el pensar;
mi tristeza y mis lágrimas
y mi decepción de ver
que no he podido retenerte
como amiga y como mujer.
Que necesitas volar;
que todo cuanto me diste
no lo volveré jamás a tener.